miércoles, 16 de septiembre de 2009

EL ARCHIVO XXXVI – NUESTRO TALON DE AQUILES!

En nuestra querida Nicaragua nada es normal, todo tiene la forma que le quiera dar el mandamás del momento, ya sea a nivel país, como de la más humilde comarca. Las leyes, los reglamentos, gracias señor, las acomodamos al mejor postor o al compañero o correligionario de turno. Este es un paisito con nombre de país, donde el que “tiene mas galillo, traga más pinol”, donde comprar un inmueble es tan arriesgado y complejo, que es un “milagro” que existan todavía negocios de bienes raíces o quienes se atrevan a la aventura de comprar una casa o un pedazo de tierra.

No hay duda que hay muchos valientes, unos, nuestra sentimental y romántica Diáspora, y otros, los foráneos, que al encontrar un rincón terráqueo tan bendito por la naturaleza, como el nuestro, combinado con la innata gentileza de su pueblo, deciden que este es el lugar de sus sueños. Este grupo de nuevos residentes, unos jubilados y otros, posibles inversionistas, no solo invierten sus ahorros en inmuebles y de inmediato son fuente de trabajo, sino que, con sus conocimientos, al ver las oportunidades que este joven país ofrece, deciden tomar riesgos en pequeños negocios, con lo cual también generan empleos.

Lo triste es que, a pesar de sus deseos de triunfar, algunos se ven frustrados por el corrupto sistema que nos ahoga, lo cual les obliga a irse como dicen, “sin beatriz y sin retrato”, aunque otros, testarudos, se quedan y luchan, con la esperanza de mejores días. Pero en lo general, todos se desilusionan, al ver un país con potencial de nación desarrollada, siendo destruido, día a día, por corruptos e irresponsables. En nuestro caso una corrupción e irresponsabilidad fomentada tanto por los funcionarios públicos como por nuestros conciudadanos

Uno de los graves problemas que enfrentan los inversionistas es el desbarajuste legal de los bienes inmuebles. La culpa la tenemos todos, ya que por generaciones se ha puesto en práctica la norma de que pagar impuestos es de tontos, debido a la creencia de que estos terminan en las bolsas personales de los funcionarios. Por lo tanto, las propiedades se han venido traspasando o vendiendo de generación en generación, sin inscribirlas, ya que esto significa pago de impuestos. Es tal el enredo, que aún “colaborando” -una piadosa palabra que reemplaza la vieja “mordida”- uno tiene que esperar hasta casi cinco años, sin exagerar, para inscribir y así legalizar la compra de una propiedad.

Hay otros inversionistas, los oportunistas, aquellos que se acomodan con los mandamás del momento, que se nutren de privilegios y que, por supuesto, nunca pierden, ya que su inversión es solo para “motivar o embaucar” a otros inversionistas, que son quienes al final, absorben el riesgo, ya que el capital de los inversionistas originales, es retirado con las primeras ganancias, lo cual, tenemos que admitir, es el modus operandi a nivel mundial. Antes se llamaba la Estafa Ponzi en los E.E.U.U., ahora la Estafa Madoff, y en Nicaragua “negocio de vivían”.

Pero lo anterior, no es el único problema de Nicaragua, ya que esto sucede en todos los países del mundo, aunque nuestra tragedia es mas profunda, ya que afecta a todo el que se atreve a invertir sus ahorros en un pequeño hotel, restaurante, finca cafetalera o ganadera, desarrollo turístico, en fin todo aquel enjambre de pequeñas empresas que es lo que desarrolla un país al crear sólidas fuentes de trabajo bien remunerado.

A ese inversionista, tanto nacional como extranjero, que debería ser respetado, cuidado y protegido, por ser nuestra mejor oportunidad para salir del subdesarrollo, por lo general, le hacemos la vida imposible con demandas y multas por faltas inventadas de carácter pueblerino, culpa de nuestra falta de educación burocrática, de servicio público, y principalmente de estómago, ya el gruñir de las tripas por hambre no nos permite pensar y mucho menos soñar con un futuro.

Esto no puede seguir así, ya que de por si no es fácil convencer a europeos, norteamericanos y nicas jubilados a invertir en este nuestro querido lar nativo, menos aun, si no les ofrecemos seguridad y facilidades, ya que a nadie le gusta pasar los años otoñales de su vida enfrentando dificultades y abusos. Si lográramos atraer a 20 mil pensionistas a invertir en Nicaragua, esto significaría por lo menos 60 mil empleos directos e indirectos, lo cual nos obliga a tomar este rubro muy en serio.

Hasta EL ARCHIVO XXXVII.

alejandrojosesr

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