domingo, 30 de mayo de 2021

El Archivo DCCVII


¡La Nouvelle Orleans!
Nueva Orleans, dónde residí por 8 años en la década de los 50 del siglo pasado, que aún con cambios desde el desbastador huracán Katrina y la actual Pandemia, pude constatar que sigue siendo acogedora. La visité por seis días y allí me vacuné, gracias a mi hijo Woody y a la Oschner Health, quienes están realizando una labor social ejemplar.

En un país donde todas las ciudades son similares, salvo New York, San Francisco, podría decirse que la única urbe colonial es New Orleans –o digna de dicho calificativo– en todo el país. Su originalidad tiene que ver con sus orígenes españoles (hace 300 años) y franceses, plasmados en su original Barrio Francés, que, en realidad, es el barrio español, con letreros de azulejo en castellano.


Nueva Orleans es la capital del jazz y cuna de muchos de los grandes de este ritmo, así como de un carnaval único en el mundo, la comida criolla y cajún (la que comían los esclavos). Se encuentra entre las mejores ciudades de USA para disfrutar de música en vivo, que aún con la "pandemia" se escucha.

El inigualable "Vieux Carre", es donde se concentra la actividad diversionista de la ciudad o sea sus restaurantes, bares y por supuestos, sus mejores hoteles, todo lo cual comienza a cobrar vida, pero sin aglomeraciones y el 95 por ciento con mascarillas. Los negocios más afectados son los bares, aún en los hoteles, algunos de los cuales permanecen cerrados, como el popular bar del "Hotel Royal Sonesta" en la calle Royal, que era lugar de encuentro de los nativos que le visitaban al salir de sus oficinas.


Note mucha informalidad en los vestuarios de los visitantes, como si estuvieran en la playa. Los restaurantes controlan la entrada de sus comensales y una vez adentro, el espacio es amplio entre mesa y mesa. Todos los mesoneros usan mascarillas. Los precios han subido un poco, pero la calidad sigue excelente. Muy difícil gastar menos de 25 dólares por persona, incluyendo propina.

El servicio se ha convertido en un problema. En el Hotel en que nos hospedamos (diria 3 estrellas), aunque el precio es de 4, en los primeros 4 días no apareció una sola persona a darnos servicio y cuando lo solicitamos, nos dijeron que si necesitamos cambio de sábanas, nos las daban para que la cambiásemos nosotros y a regaña dientes nos suplieron toallas, champú y jabón para el cuerpo. Como tuvimos que pedirles un par de noches extras, tuvimos la suerte de que nos cambiasen de habitación, que resolvió nuestras quejas.

El colmo de la falta de servicio, fue cuando llegamos al Aeropuerto Internacional con dos horas y cuarto de anticipación para abordar un vuelo de Alaska Airlines hacia Seattle. No había nadie para atender a los pasajeros, por lo que el joven servicial que me llevó en la silla de ruedas al sitio de Alaska, nos sugirió usar las máquinas automáticas para auto registrarnos y chequear las maletas, pues así ganábamos tiempo, ya que el reducido personal de Alaska llegaba muy poco antes del vuelo, lo que no contribuye a un buen servicio, que es indispensable, ya que sin transporte que incite a viajar, el turismo nunca logrará reactivarse.


Lo mismo sucede con el servicio de abordo, el cual deja mucho que desear, pues lo han contraído al mínimo, lo que en viajes de más de tres horas de duración no es recomendable. En nuestro vuelo de 4 horas y 40 minutos de New Orleans a Seattle, solo ofrecieron un jugo pequeño y una bolsita con semillas.

Nueva Orleans es una ciudad aferrada a una arquitectura colonial propia, la cual conserva celosamente y es sorprendente como ciertos barrios incrementan su valor, ya que no hay espacio, pues la Ciudad histórica está limitada por el Río Mississippi y el Lago Pontchartrain, que la envuelve.

Hay parques, mucho verde y por supuesto mucha agua, tanto así que sus innumerables cementerios son atractivos monumentos, ya que a un metro de la superficie hay agua, pues la ciudad es más baja que el Río y los lagos.

¡Visítenla, les va a gustar!


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