domingo, 7 de junio de 2020

El Archivo DCLVI

Temor e Impacto
Quiero comunicarme con ustedes con humildad y sencillez, lo que esta situación demanda. Es impactante lo que está aconteciendo, y más aún el temor de no poder hacer nada, es como caminar a ciegas en una montaña donde ni el sol penetra.

Tengo la suerte de estar residiendo en un estrecho Valle rodeado de ramales de la cordillera de los andes colombianos, donde pequeños ríos y riachuelos bajan y se convierten en fuentes de vida, producción y hogar, les hablo del Valle del Rio Guadalajara de Buga, donde hay cañaverales, hortalizas, frutales, ganado y pequeñas actividades industriales, que interrelacionados con lo anterior y una milagrosa imagen de Nuestro Señor Jesucristo, "El Señor de los Milagros", han mantenido una economía productiva y siempre en crecimiento por más de cien años.


Aunque por aquí no percibimos contagio viral ‒por lo menos así lo creemos nosotros‒ sobre todo gracias a que las medidas de protección recomendadas por la responsable y eficiente burocracia, estatal y municipal, está siendo acatada por la ciudadanía, aunque el temor sigue latente. En mi caso, con excepción de pequeñas incursiones a los poblados aledaños y una sola vez en dos meses y medio al centro de Buga, sin bajar del vehículo y con la mascarilla por supuesto, el impacto fue fuerte. Debo aclarar que, por ser de la cuarta edad, solo por emergencia me permito salir de casa.

Pues bien, la realidad es que aproveche una media emergencia para saciar mi curiosidad, menuda sorpresa me lleve, nunca me imaginé tanta soledad, tanta disciplina, digna de admiración, impactante ver una ciudad con más de 250 mil habitantes paralizada, me ha dejado meditando y lamentando sobre los cientos de miles de seres que no estaban preparados para esta tragedia, económica y social, que actualmente están en un limbo, sin ver luz en un túnel sin final.


Diría que Buga, aparte de lo que una ciudad demanda para su crecimiento, centraba su actividad económica en la espiritualidad de una imagen que a través de los años, producía el milagro de atraer más de ocho mil visitantes por día, nacionales e internacionales, cuya fe se fortalecía con solo visitarla, pues ese valor espiritual que asocia a los creyentes de casi todas las religiones del mundo, puesto que es lo más cerca que se pueda estar en el cielo o paraíso, al que en vida no podemos llegar.

Cuando un acontecimiento terrenal logra permear lo espiritual, estamos en presencia de algo sobrenatural y eso es lo que esta Pandemia ha logrado y eso es lo que me impacto al ver calles y plazas desiertas, al ver puertas cerradas de la Basílica, donde el hacedor del bien, del consuelo, de la esperanza, está aislado, acompañando a su pueblo, también en cuarentena.


Sobre este obligatorio aislamiento, tengo diferencias, pues la Imagen que no es foco de infección, podría ser colocada en la parte frontal de la Basílica, como un signo de protección y esperanza, a un pueblo que está momentáneamente huérfano, triste, solo. Su sola presencia pública serviría de fortaleza para sus espíritus agobiados y atemorizados.

Si hay algo que no debemos perder es la fe en nosotros, en nuestra humanidad, en nuestra capacidad de amar, en nuestro espíritu de lucha, en nuestra inquebrantable búsqueda por encontrar el mejor mañana, que es el milagro de la vida.


Una vez más, parafraseando a Lawrence S. Bacon, Presidente de la Universidad de Harvard (Boston, USA), cuando se dirigirse a su comunidad: "de aquellos que tanto han recibido, esperamos su cooperación, que se realicen y ayuden en este mundo imperfecto, a encontrar la fuerza y que unidos a sus valores, nos regalen su bondad y entendimiento, que es la Paz y la Felicidad que todos anhelamos.

Oremos todos; budistas, cristianos, hindúes, judíos, musulmanes; creyentes o no creyentes, a que nuestro Creador, Dios del Universo, nos bendiga; nos proteja y nos ilumine con esa fuerza espiritual que todos necesitamos.

¡Amen!

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