domingo, 8 de mayo de 2016

El Archivo CDXX – Cadena de Ayuda Mutua!

He residido en los Estados Unidos la mayor parte de mi vida, la que espero se alargue pues, a pesar de haber cumplido 90 años, siempre encuentro algo en que ayudar.

Desde el punto de vista de representación y fuerza cívica, los mexicanos, con su organización conocida como "La Raza" –que he mencionado en otros escritos– se han distinguido, pero en verdad este movimiento que ha demostrado fuerza política, no responde a las pequeñas pero vitales necesidades de nuestros hermanos residentes en el exterior, creo que la razón ha sido que no hemos sabido acercarnos y conectar nuestras comunidades conocidas como "latinos" o "hispanos". En los grupos étnicos numerosos, como los mexicanos, cubanos, puertorriqueños y dominicanos, especialmente en el Este, cada quien va por lo suyo, algo que es deplorable ya que las dificultades no tienen nacionalidad, por lo que latinos en general, mexicanos y dominicanos incluidos, sufren por falta de esa cadena de ayuda mutua, que da título a este ARCHIVO.

Y el mayor de los problemas, el del status migratorio, que sin la tarjeta de Seguro Social (Social Security), los inmigrantes están sin protección, aunque como dice Roberto Moncada –nicaragüense que reside en California– "los menores de 18 años, reciben asistencia médica en ese Estado, así como en este Estado de Washington, ya que sus padres, aunque sin documentos, son contribuyentes tanto federales como estatales".

Veamos el caso de una joven mexicana. Con visa de turista, valida por 10 años, con la cual podía ingresar a USA y permanecer hasta 6 meses por visita. Ella vino a continuar sus estudios de inglés que había iniciado al obtener en México su licenciatura en Turismo. En una de esas visitas fue salvajemente vapuleada por un desquiciado de la escuela. Le salvo la vida uno de los testigos presentes pues llamo al 911 (número de teléfono para emergencias). La llevaron a Emergencia de un hospital, donde permaneció recluida 3 meses. Obligada a quedarse en el país, logró a través de un abogado un permiso migratorio que le permitirá solicitar por la residencia permanente.

Lo lamentable de este caso es que ni una sola vez fue visitada en el hospital por funcionario alguno del "Consulado de México" ni por ninguno de los organismos que operan con donaciones a favor de los inmigrantes, aunque el caso era público, ya que fue investigado por la Policía.

Al preguntarle a la licenciada si había llamado al consulado o sugerido al hospital o a la policía llamar, me contesto con un rotundo NO, pues por experiencia propia y de sus amigos, recibir asistencia del Consulado es tediosa y negativa.

Gracias a la gerente de una agencia de viajes, donde ella estaba adquiriendo experiencia, pues una de sus metas era conectarse con tour operadores para desarrollar turismo en una de las playas del "Mar de Colón" (entre Baja California y México) ella ha logrado reactivar su vida y actualmente trabaja en diferentes labores, mientras espera el permiso de poder viajar a su país y regresar sin dificultades, pues ahora su meta principal es obtener la aprobación de su Residencia y así dedicarse al negocio de los viajes en su país, su profesión.

Aquí comienza otra experiencia sobre el residir en USA sin documentos que le permitan llevar una vida normal, como a cualquier ciudadano, por ejemplo comprar un vehículo, necesario para transportarse a los lugares que no tienen buen servicio público. Obligada por la necesidad tuvo que usar un testaferro, un supuesto amigo que le cedió su nombre para la compra, pagó la prima y las cuotas puntualmente en efectivo a través de él, y cuando estaba por terminar los pagos, el susodicho amigo le dijo que se lo prestara pues lo necesitaba, y se quedó con él, y por no tener documento alguno no pudo acudir a las autoridades, tampoco tenía pruebas por estar indocumentada, tuvo que ceder sin chistar.

Esa es la triste y repetida historia de los inmigrantes, y peor es que no conocemos los miles de casos como el anterior, por falta de ese banco de datos que necesitamos establecer en nuestras comunidades, ya que el inmigrante es temeroso y no confía en autoridades, ni en organismos extraños para ellos, por lo que si no podemos unificarnos, por lo menos, como dijo Papa Francisco al recibir el premio Carlomagno de la Unión Europea, no olvidemos de "socorrer al pobre y a los que vienen en busca de acogida, porque ya no tienen nada y piden refugio… ser inmigrante no es un delito… debemos promover y proteger sus derechos". Lo podemos hacer estableciendo números 800 y otros medios de comunicación que nuestros jóvenes expertos pueden ofrecer para que lo operen voluntarios en nuestras comunidades, ya que todos nuestros inmigrantes tienen celulares para comunicarse con paisanos, y cuando hablo de paisanos en el exterior me refiero al latinoamericano en general.

Es importante que le demos seguimiento a esta sugerencia, ya que este es solo un grito de alarma, un SOS que merece nuestra atención. La próxima semana estaré en San Leandro, California.

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