En mi reciente gira por los Estados Unidos, visite ciudades y regiones que me recordaron episodios y personajes inolvidables, ya que los recuerdos viven eternamente.
Uno de ellos es mi querido amigo, José –Pepe– Castillo, médico y cirujano, poeta, músico, fotógrafo, científico y, sobre todo, un empedernido y amoroso humanista. Un médico mexicano que, graduado en la "Universidad Nacional Autónoma de México" en los años 50, regreso a su pueblo natal, Chalco, una ciudad pre colombina, en el valle del mismo nombre, Estado de México, donde se transportaba en burro y bicicleta para atender a sus conciudadanos, comenzando así, una vida profesional ejemplar en la que logro darse y compartir sus conocimientos con un espíritu de servicio, en el que encontró felicidad y la admiración de sus pacientes, que hasta hoy día, lo recuerdan con afecto y cariño.
Su trayectoria profesional fue extraordinaria. Sirvió como voluntario en una misión humanitaria en Vietnam, encomendado por la "Sociedad de Cirujanos Plásticos de los Estados Unidos", reconstruyendo a las víctimas civiles de la guerra, después de lo cual, ingreso al plantel de cirujanos de "Memorial Sloan-Ketering Cancer Center" de New York antes de trasladarse a Philadelphia como Profesor de Cirugía y Jefe del Servicio de Quemados del Hospital Universitario "Thomas Jefferson" en 1970, donde permaneció por 9 años, siendo el primer hispanoamericano certificado por el "Board" de Cirujanos Plásticos. Después de “Jefferson” estableció su práctica privada en el Centro de la Ciudad, donde recibía a personas de escasos recursos.
Durante su práctica privada, estuvo afiliado a varios hospitales universitarios de Philadelphia, como el Methodist, Episcopal, St. Joseph, Neumann, St Marys´s, St. Agnes y Girard Medical Center, en todos los cuales ejerció su influencia para ayudar al enfermo sin recursos.
Sus pacientes le llamaban Dr. Pepe, por José, –dice su hija Isela– lo que era apropiado para un "hombre tan lleno de energía y amor al prójimo". Ella sigue los pasos de su padre como asesora a pacientes de la cuarta edad.
Aparte de que en su Clínica privada se atendía a quien llegase sin preguntar su condición económica, de lo cual fui testigo innumerables veces, estableció una clínica gratuita en "Kennett Square", donde residían la mayor parte de los trabajadores inmigrantes mexicanos. Donaba voluntariamente horas de su abrumadora agenda diaria al "Comité de Philadelphia" para rescatar de las calles a los "Homeless" (sin hogar), ya que era testigo de su calvario, pues por las noches salía a visitarles y ayudarles con medicinas y consejos médicos.
Era un mago, pues tenía tiempo para todo, desde plasmar sus sueños en sus poemas, practicar su "hobby", la fotografía, sus anónimas obras cívicas y humanitarias, así como fundar organizaciones como la "Sociedad de Médicos Iberoamericanos" y el "Centro Cultural Mexicano de Philadelphia", entre otros.
El gobierno de México reconoció sus servicios a la comunidad mexicana de Philadelphia, otorgándole el prestigioso premio "OHTI" en 1996 y sus hermanos Masones de la histórica "Logia Mozart de Philadelphia" le otorgaron el preciado reconocimiento "Hombre del Año" en 2007, con lo cual rendían homenaje al profesional que entrego su vida masónica al prójimo.
En la década de los 90, modero y dirigió un programa educativo dirigido a la población hispana sobre la salud, "Dr. Castillo Y Su Salud", en el canal 61 de la televisión del Valle del Delaware, del cual salió su rol en la película "Philadelphia".
Pero como la vida de los apóstoles tiene sus espinas, en 1997 una Corte Federal lo encontró culpable de querer alterar las apariencias de un traficante de drogas, Richie Ramos, a quien había atendido, como hacía con quien llegara a su clínica, A pesar de que la fiscalía no pudieron demostrar que el cirujano conocía que Ramos era un fugitivo de la justicia.
Nunca podré borrar de mi mente el impacto me que causó el diluvio de apoyo que Pepe recibió, de ex-pacientes y amigos de toda clase social, testigos de sus bondades y dando testimonio de que ninguno que tocaba sus puertas era rechazado, sin importar horas, de día o noche, por lo que la sentencia de la Juez Federal fue mínima, manteniendo incluso su licencia de médico y cirujano, que aprovecho para seguir ayudando al necesitado, con humildad al decir, como nos recuerda la periodista, , del "Philadelphia Inquirer", que como el Washington Post y el New York Times, escribieron extensos artículos sobre el caso que se puede resumir con su frase: "Acepto todo lo que me ha pasado con pureza del corazón, ya que no tengo nada que avergonzarme".
Así continuó por largos años, sirviendo al lado de su ejemplar esposa, una bella y dedicada profesional mexicana, Nelia Terán, quienes se conocieron mientras los dos participaban en un programa de intercambio educacional en St. Louis, Missouri. En 1956 viajaron a su "Méjico Querido", donde contrajeron matrimonio, regresando al hospital Barnes de St. Louis, para completar su internado.
El Dr. Castillo es una inspiración para la comunidad hispana y en particular para sus compatriotas, con quienes se reunía anualmente para cantar en los Aniversarios de Independencia. Procreo con Nelia dos hijos, Arturo, un cineasta con residencia en Hollywood, e Isela, quien reside en Florida.
Su esposa, Nelia, permanece en Philadelphia, ciudad que le estima, admira y recuerda al lado de ese inolvidable Pepe, el hispanoamericano que siempre velo y lucho por la salud de nuestros inmigrantes.
Sugiero a mis amigos y colegas de la "Asociación Panamericana de Philadelphia" a la que contribuyo con sus ideas y trabajos por años, le conceda un Homenaje póstumo, reconociendo su extraordinaria obra humanitaria a favor del Inmigrante.
Hasta el domingo 22, con ruego de siempre, sus comentarios!
No hay comentarios:
Publicar un comentario