domingo, 24 de enero de 2010

EL ARCHIVO LXXV - LOS TERREMOTOS Y NUESTRO COMPORTAMIENTO

EL ARCHIVO LXXV – LOS TERREMOTOS Y NUESTRO COMPORTAMIENTO

Alejandro José Gallard Prio


Como testigo viviente del terremoto que destruyo Managua en Diciembre de 1972, comparto con ustedes las experiencias de esa noche y de los días subsiguientes, en los que conviví la imborrable tragedia que sufrieron los Managua, con el objetivo de hacer un llamado a la ciudadanía de estar preparados para el próximo, ya que según dicen los científicos, estamos sentenciados a que la tierra vuelva a temblar y con mas fuerza al anterior.

La noche del sismo, Chepy,  nuestros hijos y yo, estábamos en nuestra casa, situada en la Colonia Pereira, El Carmen, esperando el terremoto, ya que habíamos sentido unos de menor intensidad temprano de la noche y por lo tanto, los hijos quedaron vestidos y listos en la sala para salir a la calle, cuando comenzara a temblar. Pero como los mayores decidimos dormir en uno de los dormitorios, con el sismo la puerta se trancó y fue el menor, quien nos las abrió y juntos salimos y nos refugiamos en el lote vacío que estaba al frente de nuestra casa, la cual, resistió la brutal embestida telúrica, aunque los inodoros, refrigeradora, cocina, estantes, loza, cristalería, etc., se dañaron o quebraron.

Una vez instalada la familia, salí a pie y en bata, equipado con un “walkie-talkie”, con el cual mantuve contacto con Chepy e hijos, hacia la casa de mis padres, localizada  a media cuadra del Parque Central, para lo cual tuve que atravesar Managua, escuchando llantos y quejidos de seres humanos atrapados en las ruinas de sus hogares.

Al pasar por la Casa del Obrero, la vi sin daños, seguí por la Calle Colon, hasta llegar al Edificio, donde estaba la distribuidora de los Guerrero, desplomado, continuando por la calle donde vivían mis cuñados Padilla López, los Sacasa Guerrero, Quintanilla, Rivera Lainez  y otros, cuyas casas estaban bastante destruidas, pero sin perdidas humanas, siguiendo hacia el viejo Hospital, también en ruinas y por la Avenida Bolívar hasta la casa de mis padres y familia,  destruida, pero gracias al Creador, todos ellos con vida. Por el recorrido, pude apreciar la destrucción de Managua, donde ya los llantos y quejidos, se escuchaban, quedando grabados como un recuerdo de esa noche oscura, polvosa y lúgubre, donde las llamas que ardían por toda la ciudad era su única luz.  Durante el trayecto de regreso, pude apreciar edificios como el Gran Hotel, los Teatros González y Nacional, así como el Palacio Nacional y el de Comunicaciones, el monumento a Rubén Darío y la glorieta para conciertos del Parque Central, se veían sin daño, los cuales aún siguen en pie.

Al regresar a casa, me dijeron que habían llegado a buscarme, para que me hiciera cargo de coordinar las misiones de prensa internacional, que ya estaban llegando al Aeropuerto, lo cual hice de inmediato y que me desnudo nuestra tragedia, que es lo que precisamente buscaban los grupos de los medios. Exhausto y consternado de ver los miles de muertos que nos encontrábamos en las calles y particularmente en el cementerio, le solicité al Presidente de la Cruz Roja, Jorge Cárdenas, solicitar al Presidente del Comité de Emergencia, que ya estaba bajo el mando del ex Presidente, General Somoza Debayle, colaborar con la Cruz Roja, quienes me asignaron como Representante en el Aeropuerto Las Mercedes, donde me toco recibir oficialmente toda la ayuda que nos llegaba del mundo. Fue  allí, donde comencé a ver los abusos e injusticias que cometen los Gobiernos, bajo las banderas partidarias corruptas, ya que se llevaban las ayudas a la fuerza, para ser “repartidas” por los lideres cantonales del partido, que en pocos días, aparecían vendiéndose en Managua y los Departamentos.  Triste y desconsolador, ya que no solo quitaban a la Cruz Roja el derecho y obligación de repartir equitativamente la ayuda, sino que como el pillaje se hacia en forma desordenada, muchos de los envíos que necesitaban refrigeración e inmediata distribución, se pudrieron.

Durante mis semanas en el Aeropuerto, fui testigo de algo inaudito, resultado de la arrogancia y falta de amor patrio que tipifican los gobiernos corruptos: El constante hostigamiento, que el Gobierno mantuvo en contra de la misión humanitaria que nos envió Cuba, quienes transportaron vía aérea, un Hospital de Campaña que fue asentado en medio del inhóspito y sucio barrio llamado “Campo Cruce”, donde sus mejores doctores, especialistas, enfermeras y técnicos, atendían sin discriminación alguna a quienes llegan a sus puertas. El asedio fue tal, que la misión tuvo que abandonar el Hospital, el cual fue dejado intacto, con equipo y medicinas, llevándose solamente su equipo de radio de onda corta con el cual se comunicaban con su país.

Hay detalles que prefiero guardarme, ya que me avergüenzan; son el antídoto de lo que siempre ha distinguido al nicaragüense, el ser agradecido. Lo que si les puedo asegurar es que, los cubanos, comprendieron que se trataba de un muy reducido número de malos nicaragüenses que por congraciarse con las autoridades, lo que aún sigue sucediendo, le quitaron al pueblo una ayuda vital.

Del Aeropuerto pase a organizar la Oficina de Búsqueda de Rescate de personas, ya que había muchas familias desunidas, sin saber donde estaban el resto de los suyos. Fue una experiencia muy singular, pero que a lo largo, me hizo realizar que mis hijos estaban creciendo en un lugar equivocado, donde la corrupción y el oportunismo era la orden del día y es por eso, que a tres meses del siniestro, en Abril, nos  trasladamos a San Salvador, escogiéndola dentro de las tres ciudades que me ofrecían empleo y donde residimos cinco años cooperando en la creación y desarrollo del Buró de Convenciones y Visitantes, que todavía esta operando con éxito en ese país, que para mi es un modelo de honestidad ciudadana.

La experiencia de Diciembre del 72 y los meses subsiguientes, no puede volver a repetirse. Debemos de comenzar a organizarnos, escuela por escuela, parroquia por parroquia, donde los Maestros y los Párrocos mantengan informados mensualmente a la población de sus obligaciones en caso de un sismo, reforzando y contribuyendo a nuestra Cruz Roja, Bomberos y  Hospitales, para enfrentar como ciudadanos responsables cualquier fenómeno telúrico. Les ruego visitar nuestros cuarteles de bomberos y Cruz Roja e indagar sobre el estado de sus ambulancias y sobre todo, visiten nuestras ruinas, ya que por corrupción, no hemos podido en 37 años, eliminarlas y trasladar a las familias allí hacinadas, a casas donde su humanidad sea respetada.

Nicaragua es de todos y somos todos los obligados a defenderla de esos malos hijos, que siempre han preferido llenarse sus bolsillos, ignorando a quienes, con sacrificios, contribuyen con el pago de los impuestos a que Nicaragua llegue, algún día, a ser REPUBLICA.

HASTA EL ARCHIVO LXXVI.

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