domingo, 14 de enero de 2024

El Archivo DCCCXLVI

¿Estaremos Zozobrando?
La nave de la humanidad peligra, flota sobre inquietud, aflicción, congoja, desasosiego, intranquilidad, preocupación, ansiedad, incertidumbre, angustia y tormento. No es posible seguir navegando en aguas así, perturbadas por los vientos huracanados de la intransigencia y la corrupción, es necesario encontrar la convivencia, aplicar la justicia y respetar el derecho a ser diferente.

Es lamentable que ignoremos la lección de nuestra historia guerrerista: Destrucción y muerte. Ninguna guerra es constructiva, aunque a veces creamos que sea el último recurso para detener a quienes mantienen a sus pueblos en esclavitud, a base de actos barbáricos; a los que utilizan el terrorismo, asesinando y encerrando sin discriminación alguna a seres cuyo único anhelo es "Convivir en Paz".
Jesús, icono de la paz, nos aconsejó poner el otro cachete, ya que no es posible encontrar en la revancha, respuesta a la ignominia. Aceptamos que la reacción al agravio es humana, pero existe el peligro de perder la razón y nos convierta en terroristas. No podemos convertirnos en ATILAS, arrasando y destruyendo residencias, hospitales, escuelas y refugios de vidas inocentes, tan víctimas como las de cualquier ataque terrorista.

La historia del Medio Oriente nos dice que ahí los antagonismos no son recientes, por siglos las religiones se han vuelto involucradas en conflictos. Llámese judaísmo, una religión antigua y monoteísta, centrada en la filosofía de un dios verdadero, su pueblo elegido, el padre Abraham y la Torá, libro sagrado o texto espiritual fundamental; islamismo, que igualmente es monoteísta, con su máximo profeta, Mahoma: un comerciante de nombre Muhammad. O, como en el siglo VII, que, como la mayoría de las religiones del mundo, incluyendo el cristianismo, con su protestantismo y catolicismo, el budismo y el hinduismo, entre otros, han tenido un impacto claro sobre la historia política, económica y militar, tanto dentro como fuera de esa zona geográfica.

El pueblo palestino, en el que hay musulmanes, católicos y protestantes, tiene su origen en la tierra que se conoció como Canaán, y que luego se llamaría Palestina, lo cual tuvo lugar entre el 3000 y el 2500 a.c. (según Wikipedia).
La región ha tenido muchos nombres desde tiempos remotos, fue nombrada Palestina en el año 135 d.c. por el emperador romano Adriano, tras sofocar la revuelta de Bar Kojba, y desde entonces, hasta la creación del Estado de Israel y el establecimiento de la Autoridad Nacional Palestina en el siglo XX, la región fue casi siempre parte de algún reino o imperio mayor y, solo excepcionalmente, constituyó por sí misma una unidad política independiente, como el Reino de Jerusalén durante las Cruzadas.

En esta región se distinguen tres zonas geomorfológicas, de oeste a este: la llanura litoral mediterránea, la cordillera central y el valle del Jordán; la depresión más profunda de la Tierra. A estas tres regiones hay que sumar la del desierto del Néguev, constituido por una planicie y montañas de naturaleza calcárea, situado al sur de la zona. Las regiones áridas ocupan más de la mitad del territorio. No obstante, aun siendo desierto buena parte del territorio, en los valles abundan los lirios y árboles como pinos, eucaliptos, olivos y acacias. Las retamas crecen esporádicamente en el desierto del Néguev.
En hebreo, la región sigue siendo denominada en la mayoría de los casos Eretz Yisra'el (Tierra de Israel), relegando la palabra Palestina a las entidades político-territoriales.

La desgracia que ha acosado a esta región es la falta de respeto a los derechos de los que por siglos han residido en la zona y, porque no decirlo, el abuso de los límites con que las Organización de Naciones Unidas delimitó los territorios.

La solución tiene que ser, en cierto modo, espiritual y simbólica, ya que todos tienen algo de razón. Lo positivo es que al emigrar son siempre bienvenidos, ya que llevan con ellos esa sabiduría, honestidad y arrojo milenario, por lo que no veo la razón de aquellos que no quepan en el territorio asignado, emigren y enriquezcan al mundo.

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