domingo, 1 de abril de 2018

El Archivo DXXXIX – ¡Anástasis!


El domingo pasado fue de ramos y palmas, celebramos la alegre entrada de Jesús a Jerusalén, montado en una borriquita. Este domingo es de resurrección, que derrota a la muerte. En la Biblia se traduce como "resurrección" la palabra "anástasis", que se define como la "acción de ponerse de pie de nuevo", levantarse de la postración.

Cuando se resucita a una persona, es como si se la levantara; se le devuelve a la vida con la personalidad que tenía al morir. Jesús en sus últimos días sufrió vejámenes, torturas y una horrible muerte en la cruz, dejando sí el más noble de los ejemplos, una vida consagrada al amor de sus semejantes, sin condiciones, sin exigencias, con humildad, honestidad y voluntad incondicional de servir al amigo y al desconocido, pues para Él, lo importante era darse, era enseñar que la felicidad está en compartir.

Jesús, el ser humano común, que nació en una choza, asistido por padres abnegados y trabajadores, honestos ciudadanos que habían viajado desde lejos para cumplir con las leyes y obligaciones de ese entonces y que al no encontrar albergue decente tuvieron que refugiarse acompañados de ganado vacuno para que su Santa Madre, María, diera a luz, una luz que nos ha iluminado por siglos, recordándonos que todos somos hijos de Dios, por lo tanto, nos invita a vivir a su imagen y semejanza, sin olvidar que la perfección solo se logra amándonos, y cumpliendo sin fanatismo ni individualismo las reglas y obligaciones de lugar donde residimos.


Uno de los grandes errores de nuestro mundo, especialmente el iberoamericano, es creer que por derecho divino, del que nadie es dueño, poseen el privilegio de usurpar el derecho del prójimo, a desestimar la importancia de ser parte de una comunidad en el que debemos contribuir de acuerdo con nuestras posibilidades económicas y profesionales a integrarnos y luchar por preservar la educación gratuita y obligatoria, que es el porvenir de las familias y por ende de nuestras comunidades.

Uno de los más importantes deberes de las comunidades, de los pequeños pueblos, barrios y villas, es exigir de sus autoridades el buen uso de los impuestos, con el fin de que todos tengamos el servicio de en clínicas, escuelas y sanidad pública, que son los pilares de nuestro desarrollo y progreso.

Es vergonzoso leer sobre los escándalos de la corruptela que ha destruido la confianza de gobiernos y empresas de nuestros países, no se trata de robos de poca monta, son millones de millones, muchos de los cuales no se han podido rescatar, aparte de que esto significa que se firmaron contratos con precios elevados, que encarecen el costo de la vida, ya que las "coimas" no las pagaba la empresa servidora (claro ejemplo es Odebrecht) sino que eran aumentadas al precio que pagaban nuestros escuálidos presupuestos.


La corrupción está carcomiendo la humanidad poco a poco, como un cáncer agresivo se propaga incesantemente, acaba con nuestros hogares, roba la herencia de nuestros hijos y nietos, destruye nuestras riquezas naturales, por lo que es hora de resucitar, de buscar nuestra propia "anástasis", no más impunidad, no más corrupción, no más despilfarro.

En su último suspiro, Jesús, nos dejó el mensaje más importante de su vida terrenal, al decirle a su Padre, Dios, "Perdónalos Señor que no saben lo que hacen". Un ejemplo de su amor y humildad para la humanidad, que nosotros debemos emular, cuando alguien, nos ofende o injuria, ya que por lo general, son expresiones involuntarias dominadas por la debilidad humana, de celos y egoísmo, ya que como dijo Jesús, "no saben lo que hacen".

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