domingo, 18 de noviembre de 2018

El Archivo DLXXII – ¡Sordo Es Aquel Que No Quiere Oír!


La semana pasada escribimos sobre la fuerza más poderosa de la humanidad: "AMOR". El que no se ama a sí mismo, es un muerto en vida y podría ser lo único que traiga esperanzas a un mundo que anda "patas arriba" sí, patas y no pies, porque ya parecemos "bestias", por lo que ruego disculpas a la Benemérita Sociedad Protectoras de Animales.

Por un lado, en el corredor norte de América, están las "caravanas" tratando de llegar al "paraíso", Estados Unidos, el mismo que su propia administración actual hace hasta lo imposible para destruirlo, y en el cono Sur se escapa todo el que puede de la bella Venezuela, otrora tierra de bonanzas y alegrías, que siguen saqueando los "sanguijuelas", criminales del nefasto clan llamado "Socialismo Populista del Siglo XXI".

Sin embargo lo más lamentable del desbarajuste social, es que no vemos ninguna fuerza moral actuar –aunque no podemos negar que tanto las organizaciones empresariales como las internacionales si Hablan Mucho– en búsqueda de soluciones a tanta barbarie, pues comienzan a descubrir que las tragedias de Nicaragua y Venezuela afectan a todo el continente.


Sobre la tragedia nicaragüense, a nivel Centroamericano, con excepción de Costa Rica y Panamá, hay un silencio sepulcral, mejor dicho, colaborador, pues los une la flagrante corrupción gubernamental y empresarial que parece dominar la región.

Es consabido que nuestra pesadilla económica data de tiempos coloniales. Una pobreza producida por aquellos que, sin visión, no saben ser creadores de riqueza a través de una estrategia productiva práctica. Cuando a Henry Ford lo criticaron por pagar buenos salarios a sus obreros, el respondió con aquella memorable frase: "si no les pagamos bien, no podrían comprar los vehículos que ellos mismos fabrican".

Hace muchos años, recordando al Sr. Ford, le pregunté a uno de nuestros fabricantes de colchones si sus obreros compraban su producto, a lo que me contestó, sin inmutarse, que no ganaban lo suficiente para ello y que, además, estaban acostumbrados a dormir en "tijeras de lona" o petates.


No creo que haya cambiado esa actitud, pues de lo contrario, hubiésemos, por lo menos, erradicado la miseria. Muchos culpan a la pereza, que se ilustraba en aquella insultante caricatura que representaba a nuestros pueblos acostado en una hamaca debajo de una mata de bananos, esperando que cayera el próximo. El dibujante ignoraba que nuestros trabajadores no tienen ni para comprar una hamaca y mucho menos poseen un plantío de bananos.

Lo anterior coloca en la mesa los elementos de nuestra falla socioeconómica, que reclama una estrategia para hacer del trabajador un consumidor.

Pero las cosas no son tan simples, como nos dijo Henry Ford, pues las realidades son complejas y diferentes. Don Adán Torres, nicaragüense que reside en el exterior, nos expone cómo la cultura y las costumbres sociales han afectado el desarrollo de algunos de nuestros países, así como a sus empresarios, trabajadores y profesionales.


Don Adán, escribe sobre el flagelo de las familias nicaragüenses, al recordarnos que "los maridos salían de sus trabajos el sábado al mediodía a emborracharse en las cantinas y se aparecían por la noche a sus caramancheles totalmente beodos a caer desvanecidos" y que, según un estudio de la época, "Nicaragua consumía en un año, cinco veces más licor que todas las otras cuatro Repúblicas juntas" (Centroamérica).

Todo es verdad, pero me pregunto: ¿Que hacían los gobiernos y las fuerzas vivas de la nación para contrarrestar la epidemia? ¿Daban prioridad a la educación? ¿Hacían campaña en contra del consumo del alcohol? No hacían absolutamente nada, más bien contribuían y contribuyen a su producción, pues les produce impuestos y ganancias, que ellos utilizan para sus fines políticos y personales.

Lo extraordinario es que las nuevas generaciones con la ayuda de las campañas que absorben de los medios de comunicación, fueron desterrando el vicio, y descubriendo que había algo más que les impedía salir avante: La avaricia, la corrupción, la irresponsabilidad gubernamental y empresarial y por eso decidieron expresarse cívicamente, con valentía heroica.

Lo triste es que, así como en tiempos pasados no se educaba para ponerle remedio a la tragedia del alcohol, actualmente nadie de los que podrían influir; empresarios y fuerzas vivas, quieren escuchar y mucho menos actuar, por eso seguimos emigrando; derramando sangre de ciudadanos valientes, enterrando desaparecidos en fosas sin nombres y destruyendo familias, esta vez no por el alcohol, sino por las balas asesinas. ¡Y las madres siguen llorando!


Todo lo cual se reduce a lo que nos dice el nicaragüense, Doctor Francisco Xavier Aguirre Sacasa, en La Prensa de Nicaragua de la semana pasada "lo más desalentador de este panorama apocalíptico es que nuestra crisis socioeconómica y humanitaria se debe a la falta de un entendimiento político cuya solución no avanza por nuestra inmadurez política".

¿Hasta cuándo, Señor, les llegará tu mensaje de AMOR? ¿Hasta Cuándo?

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