Cuando se viaja de un país con ambiente limpio y en menos de 4 horas se aterriza en uno en que la basura se ha convertido en parte del paisaje, todo el cuerpo se estremece y los sentidos comienzan a enviar mensajes de alerta, repudio y temor. La basura y los deshechos que nos rodean al salir de los aeropuertos, son el primer signo de que tu salud, está en riesgo.
Y la salud, forma parte de lo que buscas cuando viajas, por lo que es hora de que las Cámaras y todo aquellas organizaciones –que existen para defender, educar y profesionalizar a sus asociados– despierten y comiencen una campaña intensiva y agresiva en contra de la basura que está destruyendo al país que ellos, como líderes de su progreso, están obligados a defender.
Me dicen algunos de mis lectores –de esos que despiertan los domingos por la mañanas en busca de El Archivo, lo que agradezco e incita a seguir empujando teclas con información e ideas constructivas– que enfoque de vez en cuando los detalles que afectan a nuestro mundo iberoamericano, para que sean de constante recordatorio de lo que podemos hacer realidad, siempre y cuando nos entusiasmemos con la importancia de vivir en un entorno limpio.
Apartemos de este propósito el problema de nuestra falta de institucionalidad gubernamental, ya que ellos viven y respiran entre la misma basura y desechos, por lo que es posible, que si les damos el buen ejemplo de limpieza y esfuerzos, a lo mejor, logremos incentivarlos y entusiasmarlos a limpiar su "modus operandi".
Siguiendo las sugerencias de mis lectores, comencemos con Nicaragua, bella nación ubicada en uno de los Istmos más versátiles y atractivos. Centroamérica es donde se esmeró el Hacedor de nuestro globo, dotándole de accesibles bellezas naturales.
El trópico demanda cuido, nos invita a mimarlo, nos reclama agua, nos implora a eliminar los desechos que lo afean y esto es una labor de todos, de lote en lote, de metro en metro; no se trata solamente de cuidar nuestros cerros, montañas, ríos, lagos, lagunas y costas, sino los pueblos, las ciudades, sus calles y aceras, los caminos, las carreteras, etc… Todo se ve más atractivo y acogedor cuando está limpio.
Nos referimos también a limpiar las diligencias inútiles, esas que a su vez generan más diligencias, en un proceso sin fin, desanimando a emprendedores y atascando la gestión empresarial, en especial a la de empresarios que no tienen margen para dedicar su valioso tiempo a minucias, que podríamos definir como "basura" y que además reducen su escuálido margen de ganancias, sin las cuales no pueden subsistir.
El miércoles pasado viajé a León, Nicaragua, una ciudad que en mi niñez se mantenía adormilada entre sus quehaceres universitarios, ya que era la sede de la Universidad Nacional y de hacendados con fincas de ganado y siembras en su entorno. Era una ciudad donde la siesta era de rigor, pues el sol siempre ha picado duro y el calor del mediodía es abrumador, que se mitigaba con árboles y construcciones adecuadas a su clima, con calles empedradas que, junto a sus aceras, se mantenían limpias y sin hoyos. Pero ahora todo ha cambiado, sus árboles han sido talados, sus calles irradian calor con el asfalto, las aceras, aparte de estar invadidas –hasta en un 75 por ciento por los vendedores– son un peligro para los caminantes, no solo por los hoyos, sino por la falta de espacio, lo que obliga a usar las calles enfrentando un tráfico desordenado que incluye camiones, carretones halados por caballos famélicos, bicicletas y motocicletas.
Todo este escenario puede cambiar con buena voluntad y disciplina. Y hablando de disciplina, esta es la razón por la cual las ciudades tienen policías, los que, por lo menos en el centro de León, brillan por su ausencia. Primero, hay que sembrar árboles en las plazas y parques o donde se encuentre un espacio libre, incluyendo los patios de las casas. El Archivo donará 5 arbolitos, y desde ya rogamos a la Cámara de Comercio o los Bomberos a que nos ayude a plantarlos y a los vecinos, a regarlos.
Segundo, esos esforzados vendedores que ocupan espacio público, tendrán que ser limitados. Se trata de pequeños negociantes que, ordenados, pueden acomodarse mejor, ya que añaden a ese sabor de calle, como bazares ambulantes.
Pero aquí viene lo más delicado, la basura que estos producen, demandan que las autoridades municipales coloquen cada 15 metros, recipientes de basura, que los propietarios de los bazares deben comprometerse a financiar, vigilar y depositar en ellos los desechos y basura que sus clientes desparraman. La Alcaldía debe cooperar vaciándolos por lo menos dos veces al día.
Comencemos con estos pequeños esfuerzos, ya que la competencia de otros destinos es real, no solo en el Lejano Oriente, como Singapur y Malasia, sino en nuestra Centroamérica, como Ciudad Antigua, en Guatemala, por mencionar una ciudad colonial centroamericana, cuyos esfuerzos en la limpieza les genera un turismo envidiable. Manos a la obra, queridos coterráneos.
Hasta El Archivo del 26 de febrero, con otro análisis de lo que nuestros ciudades o pueblos pueden hacer realidad para ser un atractivo turístico y de inversiones que nos ayude a minimizar la pobreza que nos abruma.
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