domingo, 11 de abril de 2010

EL ARCHIVO LXXXVI – VIAJAR, ES VIVIR!

EL ARCHIVO LXXXVI – VIAJAR, ES VIVIR!

Alejandro José Gallard Prio

El ser humano nace con el deseo a viajar, de conocer nuevos parajes, nuevas culturas y por sobre todo, a los seres que pueblan nuestro globo.

La semana pasada, tuvimos la grata visita de uno de nuestros hijos con su familia, quienes viajaron por muchas horas, para compartir con nosotros cinco noches o sea Turismo Familiar, algo que deberíamos promover, en especial, entre nuestros queridos coterráneos que residen en el exterior, la Diáspora.

Del Aeropuerto Internacional de Managua, donde fueron atendidos con prontitud y cortesías que son de aplaudir, los trasladamos en un Van que habíamos previamente reservado, para viajar cómodamente, ya que éramos 8 y el siguiente día, seríamos 11, incluyendo al conductor. Cabe aquí reconocer la buena atención de la compañía de autos de alquiler, LUGO, lo cual menciono para incentivar, tanto a ellos, como a los funcionarios de Migración y Aduana del Aeropuerto, de seguir con esa sonrisa y deseos de agradar, que nos ayudará mucho en atraer visitantes al país.

Del Aeropuerto nos trasladamos a la Carretera Sur (Monte Tabor), pasando, por supuesto, por el abandonado Centro de Managua. Un recorrido que nos avergüenza, por lo menos a los que no la hemos perdido, ya que no es posible que hayan tantos ciudadanos o funcionarios irresponsables, que ignoren la existencia de tanta basura acumulada en este recorrido, que sumados al espectáculo de las “ruinas” y las “champas” que ahora les acompaña un acopio de basura, sea lo que de la bienvenida a quienes nos visitan.

Pero, como aquí hay muchos ciegos y sordos, de esos que nos quieren ni ver ni oír, sigamos adelante. Después de una revisada de lo que necesitábamos para continuar el viaje al kilómetro 42 de la vieja  y maltrecha carretera a León hacia nuestro destino. Un camino, que si no ha sido el capricho de falsificar los resultados de las elecciones municipales, los hubiéramos recorrido en una carretera de cuatro carriles, segura y pintoresca, regalo que no pudo hacerse realidad, ya que tenemos la mala vena de ser, no solo mal agradecidos, sino de maldecir la vaca que nos da la leche.

Exactamente en el kilómetro 42, tomamos una izquierda y nos internamos en un camino de tierra, hasta llegar a los portones de la Hacienda ganadera “Las Cañas”, que por más de un siglo pertenece a la familia Mendoza Yrigoyen. Desde que llegamos, comenzamos a escuchar los mugidos de las vacas y los toros, que con el cantar de los pájaros que vuelan entre los frondosos árboles que circundan el verde paraje donde esta la casa hacienda, construida hace muchos años, hacen del lugar, un oasis.

Al lado de la casa pasa uno de los dos ríos que recorren la propiedad, donde los hacendados, construyeron un embalse que sirve para irrigar los pastos y la plantación de cañas, con lo que preparan el alimento del ganado. Este mismo embalse con su caída de agua, es una invitación permanente para zambullirse y refrescarse, ya que en el verano, el calor es fuerte.

Al llegar, degustamos agua de coco con ron y unas cervecitas bien heladas, lo que nos preparó para cenar un sabroso arroz con pollo, acompañado de un vino blanco chileno. Las noches del campo invitan a dormir temprano, ya que los amaneceres son antes que despunte el sol, debido a que las vacas están prestas para ser ordeñadas y los terneros comienzan a inquietarse para ir al lado de sus madres, un espectáculo muy singular para el “citadino” que lo único que ve es la leche en cartones de los supermercados. Si a esto le sumamos el coro de los gallos y pájaros cantores, la sinfonía que escuchamos en la aurora del día, abre el apetito para un buen desayuno, de esos que nos traen recuerdos de juventud, con frutas frescas, nacatamal de cerdo y tortillas recién salidas del comal, acompañadas de un sabroso queso de crema y el clásico cafecito caliente.

Esa mañana los visitantes montaron los “rocinantes” de la hacienda, que el caporal tenia listo para un paseo por sus parajes, quedándonos los de edad madura gozando de las hamacas y las mecedoras, en espera del “asado” de lomito de res y costillas de cerdo, que nos preparaban para el mediodía, después del cual, una siesta es de rigor. La cena fue liviana, con sus tamalitos pizques, trenzas de quesillo, plátanos maduros horneados y un postre de curvaza (mangos, jocotes, marañones y grosellas en miel). En la mañana siguiente, el desayuno fue típico de hacienda, con su leche agria, gallo pinto (arroz con frijoles fritos) y café negro calientito.

Sentimos dejar la hacienda, pero el tiempo era corto y queríamos gozar un poco de playa, por lo que nos dirigimos al Resort “Barceló-Montelimar”, donde disfrutamos dos noches de ese paraíso ecológico de nuestro mar Pacifico, que ha logrado mantener su calidad de servicio y su variado buffet, que concuerdan con sus atractivas ofertas. Recomendamos mejorar sus servicios de recepción, tomando como ejemplo los servicios de sus comedores y resto del complejo, por lo que EL ARCHIVO, les felicita.

EL ARCHIVO, decidió escribir sobre este tema, para demostrar, una vez más, el potencial turístico de nuestro territorio, donde hasta nuestras haciendas agropecuarias, son lugares de atracción y de beneficio económico para sus propietarios, quienes con poca inversión, pueden ofrecer facilidades para visitas familiares, sin interrumpir ni afectar sus labores y su propiedad.

Los miembros de nuestra Diáspora y los centroamericanos, serían los que más gozarían de estas facilidades, cuyo mejor ejemplo se encuentra en la Sierra Isabelita de Matagalpa, Nicaragua, donde el matrimonio de Mausi & Eddy Kühl, nos ofrecen el Resort de Montaña “Selva Negra”, incrustado en su Hacienda de Café y Ganadera modelo, que EL ARCHIVO recomienda como un destino que reúne todas las cualidades para una visita familiar.

Hasta la próxima semana con EL ARCHIVO LXXXVII.

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