domingo, 19 de enero de 2020

El Archivo DCXXXIV

Bogotá, Distrito Capital de Colombia
Metrópoli donde casi 9 millones de seres humanos conviven en una meseta verde de cielos azul y blanco que cobijan sus plazas y parques floreados, "2600 metros más cerca de las estrellas" es su lema, muy apropiado por cierto, en un clima de eterna primavera.

Como nada es solo rosas, pues hasta estas llevan espinas en sus tallos, los capitalinos tienen que aceptar los inevitables tranques vehiculares a pesar de tener amplias y bien diseñadas vías y un eficiente transporte público, que tiene su propia vía independiente, el crecimiento en una meseta limitada por montañas que son su pulmón, los hace inevitables, así que, cuando lo visiten, acepten el lento tráfico para visualizar la vida cotidiana bogotana y admirar la energía de quienes se desplazan en sus calles en camiseta, como si estuvieran en el trópico caribeño (las temperaturas regularmente oscilan entre los 5 y 19 °C, con una media anual de 13 °C) y las novedosas patinetas eléctricas que aparecen por doquier.


Bogotá, es una metrópolis que ha ido creciendo guardando espacios entre edificios de altura moderada, 10 a 15 pisos la mayoría. Hay muy pocos rascacielos, el más alto es de 80 pisos. Su casco antiguo o colonial y edificios públicos, están bien preservados y le dan a la ciudad un señorío histórico muy singular.

Bogotá ha ido absorbiendo pueblos vecinos, espacio que se convierte, por lo general, en residencial, llevando consigo a centros de comercio, lo cual alivia el desplazamiento vehicular y ya que mencionamos transporte, nos dicen que están planificándose un metro elevado que en 5 años aliviará el tráfico.

La Capital se distingue por su limpieza, áreas verdes, educacionales (muchas universidades), entretenimiento y servicios. Aquí cabe un aplauso a los administradores que optaron por mantener la histórica Plaza de Toros y utilizarla para presentaciones artísticas.


Bogotá tiene un problema, el "grafiti". Filadelfia, ciudad histórica por excelencia de Estados Unidos, logro solucionarlo gracias a la voluntad del Alcalde Edward G. Rendell, que formó un ejército de limpieza que lo elimino y dio a la ciudad una bella colección de murales, incentivando así el arte, lo cual podría emular el Distrito Capital, contratando a desocupados de la reciente inmigración de venezolanos para embellecer la Capital que los ha acogido con el espíritu bolivariano que los une.

Museos como el del Oro, Botero y, el espectacular "tour" en tren turístico a la Catedral de Sal, unido a sus ofertas gastronómicas, es suficiente para visitar la Capital mejor diseñada y preservada de Sur América, desde donde salen varios vuelos diarios a ciudades del interior, convirtiendo a Colombia en uno de los destinos más diversos del Sur de las Américas.


En una visita de 5 días no es posible catalogar la oferta gastronómica bogotana, pero si recomendar un par de restaurantes, que por su excelencia, merecen mención honorífica: "El Patio", liderado por su dueño, Fernando Bernal, 15 mesas apretujadas en un espacio súper reducido, aunque lo escogimos al azar terminó sorprendiéndonos con un exquisito almuerzo mediterráneo con sabor italiano. Su comida es tan apetitosa y el servicio tan amable que regresamos. El otro se llama "BEIRUT", comida libanesa auténtica donde te hacen sentir en un restaurante de la inolvidable ciudad cosmopolita, reconocida por su excelente "cuisine". Cuando estén en Bogotá, les recomendamos visitarles.

Al finalizar la visita sucedió algo en el multitudinario aeropuerto "El Dorado" de Bogotá que dice mucho de la moral y ética del ciudadano colombiano. Antes de abordar el vuelo hacia CALI, fui al servicio higiénico y al salir, regresé a tomar la Silla de Ruedas que me llevo a la puerta de abordar, inconscientemente me busqué la billetera, descubriendo que no la tenía. Mi primera reacción fue: ¡que lástima! –Imaginé nunca recuperarla– pero siendo optimista le pedí al auxiliar, que conducía mi silla de rueda, que fuera corriendo al Restaurante donde creía que la había dejado. A los pocos minutos regresó con ella en la mano, y no tuvo que buscarla, un señor que estaba a la salida del Baño, al verlo le preguntó: ¿usted andaba con un señor de barba? vi cuando se le cayó su billetera, pero no pude alcanzarlo, por lo que le ruego llevársela. Un milagro, diríamos algunos, pero en verdad, es algo más, es una demostración de honestidad ciudadana, tanto de la persona que la encontró, como del joven que me la entrego, para quienes pido mucha bendiciones.


En próximo Archivo, escribiré sobre mi visita a la impresionante Catedral de Sal.

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