domingo, 21 de julio de 2019

El Archivo DCVIII

Conversando con Inmigrantes en USA
Es real el montaje publicitario que mantiene en zozobra a cientos de miles de seres humanos, es el peor de los males del periodo Trump, quien hace creer que defiende los intereses de Estados Unidos. Digo esto después de conversar con varios inmigrantes latinoamericanos que residen en el área de New York, casualmente donde la estatua de la libertad, por muchísimos años, da la bienvenida a los inmigrantes que, por las mismas razones de hoy; vida y esperanza, viajaban y viajan de Europa, desafiando los mares en precarias naves.

No me interesa como llegó su abuelo paterno de Alemania, ni su madre de Escocia, ya que es de sobra conocido que eran parte de esos cientos de miles –como los que llegan del Sur del Rio Grande– que viajan en búsqueda de un futuro, tampoco como ingresó la actual esposa de ese mismo presidente, ya que una de las anteriores era también inmigrante.


Pero si me preocupa el por qué Trump odia tan pasionalmente a los inmigrantes que, como su familia, llegó a Estados Unidos para hacerle nacer en esta tierra de amor al prójimo, que ahora su narcisismo ha convertido en una pesadilla y peor aún, utilizando su posición de mando, ha logrado renacer la enfermedad de superioridad étnica, la "xenofobia" que ya creíamos haber superado.

Es el cuestionamiento común que he escuchado en los comentarios de los inmigrantes con quienes he conversado es ¿por qué Trump nos odia tanto? una pregunta que me deja perplejo y mudo. No sé cómo responder, así que simplemente digo que es un político populista que ha encontrado un "caballo de Troya" con que meter miedo a sus ignorantes seguidores: "los latinoamericanos", con eso los mantiene cautivos, viendo en su arrogancia al "líder" que ha encontrado a los culpables de todos los males que, supuestamente, aquejan a este país, y digo supuestamente porque, a pesar de todas sus estupideces administrativas, la economía crece, gracias a un sistema de gobierno con principios, derechos y obligaciones, característicos de una República Democrática nacida en 1776 y que nunca ha dejado de ser "Grande".


¿Qué hacemos? me dicen, ya que nadie se siente seguro, pues hay lugares en los que solo por hablar nuestro idioma, español, somos mal visto. En esto, tiene mucha culpa la falta de promoción positiva que los representantes consulares de nuestros gobiernos deben estar haciendo, pues realmente, necesitamos promover nuestra imagen, dando a conocer nuestros valores, nuestra música, nuestra cultura y así contrarrestar tanto daño que la administración Trump y asociados han hecho a nuestras Diásporas.

Uno de nuestros coterráneos nos recuerda –y llamo coterráneo a todo aquel que proviene de Latinoamérica– que nos es imposible olvidar las bendiciones de nuestra naturaleza espiritual y geográfica, donde el amor al prójimo –a pesar de los políticos y empresarios corruptos– está siempre presente, donde visitar la más humilde choza de nuestros países nos hace sentir bienvenidos, basado en esa sincera actitud de seres humanos que encuentran felicidad al ofrecer su amistad. Ese mismo espíritu de cooperación, honestidad y humanidad es el que millones de campesinos, obreros, empresarios y profesionales latinoamericanos han demostrado al asentarse en Estados Unidos, contribuyendo así a la grandeza de este país de inmigrantes.


Otro paisano conversador, me dice: "El problema no es como dicen los medios, pues no han logrado amedrentarnos, ya que somos respetuosos de las leyes, aunque hay una minoría con algunos records policiales, la mayoría de ellos menores, faltas de tránsito o desobediencia judicial, los que deportan sin contemplaciones". Aquí cabe nuevamente la necesidad de que nuestros consulados ofrezcan asesoramiento legal profesional.

Converse también con algunas coterráneas que aseguran estar sin temor, por lo menos en la ciudad de New York, aunque, por sus instintos maternales, lamentan el sufrimiento de los niños hacinados en los centros de detención, manejados por empresas corruptas, las que han proliferado en esta administración; la máxima vergüenza que ha sufrido este país y que debe ser eliminado de raíz, pues es una aberración que desdice lo que es Estados Unidos de América, bastión de libertades, ejemplo del mundo libre y defensor de los derechos inalienables de la humanidad.


Por lo tanto, es indispensable que el Congreso Estadounidense, que a lo largo de la historia ha sido Atalaya de los Derechos Humanos y Libertad, no desmaye hasta legislar una reforma migratorio amplia que permita legalizar y documentar esos millones que han formado familias trabajado honestamente en el país; así como un menos engorroso y más ecuánime proceso de visado, ya que Estados Unidos es y siempre será un país de inmigrantes.

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